

“La imaginación es más importante que el conocimiento, porque el conocimiento está limitado, mientras que la imaginación no.” A. Einstein
Una de las claves fundamentales a la hora de afrontar procesos de resolución creativa de problemas es realizar una premeditada separación entre dos tipos de pensamiento: el divergente y el convergente. Durante la etapa de pensamiento divergente, la importancia radica en generar la mayor cantidad de ideas posible. A lo largo de esta fase de creatividad pura una máxima es fundamental, «suspender el juicio» y buscar las ideas más «alocadas». De hecho existen técnicas para buscar conexiones entre mundos radicalmente distintos anteponiendo a todo lo demás la novedad de las ideas resultantes. Ponemos énfasis por tanto, en una medida y precisa orientación a “la locura” para estimular nuestra creatividad.
Según una investigación realizada por científicos del Instituto Karolinksa, de Suecia, hay una posible explicación para la relación entre la salud mental y la creatividad.
Los investigadores lograron demostrar que los niveles de dopamina son similares entre gente sana y altamente creativa y personas que padecen esquizofrenia. Ambos ven el mundo de forma diferente y no tienen los límites convencionales de los demás.
Este año, el World Economic Forum ha elevado la posición de privilegio dentro de las habilidades profesionales más importantes cara al año 2020 de la creatividad hasta el tercer puesto. Las organizaciones necesitan impulsar toda la capacidad creativa posible de sus empleados, estimulando conexiones distintas que permitan la unión de mundos diversos y buscando la diferencia que aporte valor, con el objetivo de diseñar estrategias encaminadas a generar experiencias que resulten verdaderamente innovadoras a sus clientes. Se impulsan entornos de creatividad en la formación y el trabajo diario.
Según el psicólogo Gary Fitzgibbon, la creatividad es una habilidad particular para “suspender la incredulidad”, para creer en cualquier cosa y abrir de esa forma un infinito espacio de nuevas posibilidades. Se trata de ser capaz de obviar las creencias y juicios sociales, eliminar todas y cada una de las reglas y «pasar por un loco».
En este punto me viene a la cabeza esa genial definición de Miguel Gila de los niños que Joan Manuel Serrat hizo canción: Los niños, “esos locos bajitos”. Sin duda pensaba para esa definición en esa capacidad de los niños de derribar límites y asociar mundos aparentemente inconexos que nos lleva casi siempre a acercarles a la genialidad. Como menciona Serrat en su canción: «No les cortemos los sueños con nuestras tijeras de adultos».
Huyamos de nuestra predisposición natural a fijar límites.
Un último giro, una última conexión entre la creatividad y la dopamina, ese fantástico neurotransmisor ligado a la elevación de los niveles de satisfación y bienestar, lo que alguno definen como «felicidad» (aunque otros discrepemos). Cito algunas de las acciones que incrementan sus niveles:
-Crear algo nuevo
-Vivir retos o experiencias motivadoras
-Ayudar a los demás
-Recibir feedback positivo.
“Crear algo nuevo dentro de un reto motivador de ayuda y comunicación positiva con los demás”.
Los entornos creativos, diversos, que supongan retos y que tengan su orígen y destino en procesos empáticos hacia los demás, afrontados con mentalidad positiva, elevan nuestros niveles de bienestar. Resolución creativa de problemas, Design Thinking…
Además, la dopamina actúa a su vez como neurohormona, estando ligada a los mecanismos de recompensa del cerebro y está involucrada en procesos como la toma de decisiones, el aprendizaje o la memoria.
Y aquí volvemos al punto de partida. Imaginación para aprender sin límites, creatividad para la motivación.
Parece muy cuerdo volverse loco por un tiempo.