

«La humildad es el sólido fundamento de todas las virtudes». Confucio
A lo largo de la trayectoria profesional de Rafa Nadal he leído muchisimos comentarios destacando y valorando su enorme humildad en las victorias, lo cuál es absolutamente cierto y destacable, por supuesto.
Sin embargo, creo firmemente que la humildad que le aporta mayor valor a su éxito, y un aprendizaje vital tanto a él como al resto que le observamos, es la humildad que demuestra en la derrota, y que quedó una vez más presente tras la última y épica que vivió en Winbledom ante Giles Muller.
Aprendizaje vital para el éxito deportivo, pero compartido para un proyecto emprendedor, la búsqueda de un empleo, un reto o aspiración profesional extraordinario, o la mera necesidad de trascender con aquello que visionamos.
La humildad en la derrota nos sitúa en la posición perfecta como origen del éxito futuro. Una posición que parte de la responsabilidad de lo pasado, de la visualización de un futuro distinto y del camino infinito de aprendizaje que debe unir ambos puntos.
Esa consciencia inmediata y la responsabilidad asociada ahuyenta dos enemigos letales del talento, la resignación y el resentimiento. «Todo está en nuestra mano». Nos otorga libertad para hacernos preguntas clave como:
-¿Qué me ha faltado para ganar?
-¿Qué habilidad debo desarrollar para mejorar?
Todo este círculo virtuoso que parte de esa humildad tan poco común en egos fuertes, nos conduce directos a la que es, sin duda, una de las claves fundamentales del éxito profesional, la perseverancia. Esa habilidad para continuar con la mirada puesta en la visión independientemente de la negatividad del escenario que se presente.
La perseverancia mide el grado en que somos capaces de sacar todo el partido de nuestro talento y la fortaleza de nuestro compromiso con nuestra visión.
Talento, visión, humildad y perseverancia. Allá, alla lejos, donde habita el éxito.